MANUEL BLANCO (CANTEIRO)
Brochazo a brochazo, en los últimos días del mes de agosto,
mi amigo Manuel Blanco ( Canteiro), se encuentra como abstraído en
ese reducto del atrio de San Nicolás donde descansan acurrucados los gigantes y
cabezudos de Villafranca. En cuanto atraviesas el contraluz de la puerta, la
pupila se va adaptando a este espacio semioscuro, y poco a poco, contemplas como la mirada de
Canteiro se va mezclando con el tacto, y con un gesto discreto me señala con el
dedo las magulladuras que va recomponiendo. A tientas sumerge la brocha en el
bote de pintura, la deja escurrir y con el talento que fluye entre sus manos
extiende meticulosamente las pinceladas. De vez en cuando da dos o tres pasos
hacia atrás, se aleja, y contempla la pincelada suelta desde otra perspectiva,
asiente con la cabeza y continúa.
Una pareja de turistas se acerca a la puerta, para visitar el
museo de ciencias naturales, y los gigantes y cabezudos les hacen el paseíllo.
Después del saludo de rigor, veo como Manolo, debajo del poso de los años,
todavía conserva esa energía nerviosa que le hace disfrutar con el trabajo que
está realizando, su mirada no deja de ir de un lado a otro, es minucioso y
meticuloso con los detalles.
Todo este trabajo silencioso se verá recompensado el día 13 y
14 de septiembre, cuando asomado a ese mirador que es el atrio de San Nicolás,
contemple como descienden los gigantes por la escalinata de piedra, y en la
distancia con los ojos dilatados del niño que fue, se empape de recuerdos.
El día 14, hay un rumor festivo llenando la calle, los
gigantes aguardan anclados delante de la farmacia junto a las mesas petitorias,
y los niños alzan los ojos y su mirada va encontrando poco a poco la sonrisa
pícara de Sancho Panza, y en un momento se superponen los sonidos de las gaitas,
de las campanas y de los cohetes, mientras el Cristo desciende las escaleras
entre una lluvia de pétalos, y las autoridades se colocan para presidir la
procesión, entre los sones de la banda.
Los gigantes empiezan a danzar con su música que va disolviéndose lentamente por el aire, y
tiene algo de himno, ahora que empiezan a cambiar de color las hojas de los
árboles.