Esa mezcla de afecto y recuerdos, con un jarro, un vaso o una botella de gaseosa, todo sirve para apagar la sed, en aquel templo lleno de cubas y escaños, bajo unas vigas de castaño y las paredes empapeladas con dos docenas de carteles de las últimas películas proyectadas en el cine.y la calderilla,poco a poco iba dejando de arroparse en los bolsillos para deslizarse por el tablón que hacía de barra.