Como si quedase atrás el horizonte, separar las piernas entre la carqueixa y las uces de metro y pico no resulta nada fácil, buscando entre los escotes de las peñas unas pinturas de las que oí hablar en una cantina mientras trasegábamos litros de cerveza.
Diez años después y con la ayuda de un amigo dimos con ellas. Habíamos transitado por el canal romano que cruza el roquedo acuchillando la montaña en varias ocasiones,pero el secreto permanecía intacto. Hasta que un día con la luz de la tarde profanamos con la cámara del teléfono móvil la belleza del neolítico derramada sobre las piedras que se resisten al olvido.
