No fue necesario hacerle una cesárea a las nubes para que la lluvia acompañase aquel entierro de la sardina, el pueblo no necesitaba ni premios ni enjuagues para participar del carnaval, luego vendrían la cuaresma y las procesiones, y la rutina que no detiene el tiempo por mucho que te esfuerces en hacer la manicura a la navaja en la cuesta de Zamora.