Una fuente con hojas de roble bañándose. Quizá la foto la tomé en otoño. Atrás quedan los días lejanos, cuando todavía éramos jóvenes y si ataduras corríamos la clase y cruzábamos el río a la altura de la burra de Pelao, lo que hoy día es el empiece de la playa fluvial, y ascendíamos hasta la fuente, para luego adentrarnos por el camino de Trevijano hasta los pozos de San Quintín, Pena Rachada o Las Monjas donde zambullíamos nuestros cuerpos en el mes de mayo y amergullábamos ante el asombro de los tábanos que nos esperaban con su vuelo intemporal hasta que nos quedábamos tiritando sobre la roca y se posaban sobre nuestra piel húmeda, de vez en cuando atrapábamos alguno le introducíamos una paja sobre el abdomen antes de quedarnos extasiados contemplando los metros que sobrevolaba sin la extremaunción y empezaba a caer en picado.
Ya sólo me quedan vagos recuerdos de aquella pubertad en víspera del verano...
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