Bajo el deslumbrante espectáculo de la noche, el grafiti adquiere la fluidez de lo inmediato, arropado por la ilegalidad y rapidez del proceso, un golpe seco de spray y de repente los colores brotan sobre las paredes de bloque, o en las pilastras debajo de los puentes, y esos pasajes desolados esperan la efímera luz del amanecer para que los paseantes atónitos trepen con sus ojos por las paredes y tergiversen la realidad de esa expresividad que bajo la luna llena plasmaron con economía de trazos unas manos por las que fluía un reguero de libertad.