En aquellos tiempos en que todo era pecado se fundó el coro San Valentín, sólo para hombres como la publicidad de una marca de coñac de una época de penumbra. El alma, el remordimiento y la culpa formaban parte de la dieta que se sembraba desde el púlpito, mientras la trashumancia de las voces del coro se diluía en las curvas clandestinas de los reclinatorios.