En aquellos tiempos de escasez, había entierros de primera, de segunda y de tercera. Viendo la imagen no se necesita explicar la categoría, los coches de las autoridades aparcados en batería, algún camión remolón cargado de cubetos descafeinaba el objetivo del fotógrafo, y los monaguillos gastaban puntillas, mientras el niño de la esquina se preguntaba como Dios podía salir ileso entre tanta sotana.