Bajo un cielo encapotado, con una lluvia persistente y un deshielo repentino hacen del río Burbia un gigante, donde se oye el crujir de las piedras sumergidas bajo las aguas turbias, y los árboles despedazados navegan sin rumbo, flotan, giran, aparecen y desaparecen sobre la superficie cambiante del río, y los paseantes de la conocida como ruta del colesterol tendrán que colocarse los flotadores antes de pasar por debajo del puente.
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