En estos días en que las obras del
proyecto “SEGURIDAD VIAL ADECUACIÓN PUENTE SOBRE EL RIO BURBIA EN VILLAFRANCA
DEL BIERZO, CARRETERA LE-713”, promovido por la Junta de C. y L, se ejecutan sustituyendo
la barandilla, la rumorología popular nos mete el miedo en el cuerpo, con el
comentario de que se va a colocar un semáforo en medio del viaducto, sentido
hacia el puente, por decisión del concejal de obras de este ayuntamiento. “Cuando
el río suena, agua lleva”, por lo que no podemos hacer oídos sordos ante
semejante disparate. Tan desacertada ocurrencia no puede pasar desapercibida
puesto que tiene unas implicaciones demasiado serias. Parece ser que el
proyecto contempla una regulación semafórica a las entradas de viaducto y
puente, lo cual nos guste o no, descargaría el tráfico de estas estructuras,
que es lo razonable y práctica habitual, cuando no existe otra alternativa de
paso y el envejecimiento del viaducto genera problemas. Otro asunto son los
perjuicios e inconvenientes que causarían los semáforos, en la circulación
interna y problemas de aparcamiento de esta villa, asunto ya de por si complicado.
Mirando los antecedentes, a
mediados de 2011 se hicieron obras en el viaducto, que consistieron en un
recrecido de hormigón en los andenes para habilitar aceras, colocación de una
nueva barandilla con barrera de contención y extensión de una nueva capa asfáltica
encima de la existente (tras un ligerísimo fresado de los baches), práctica
prohibida, incluso hoy día, en viaductos y puentes actuales. Este aumentó de
espesor del firme en todo el ancho del viaducto, incrementó notablemente las
cargas estáticas que tiene que soportar, respecto a las utilizadas en el
cálculo de su diseño
Por otro lado el 15 de noviembre
de 2012 publicaba el Diario de León, el inicio de las labores de lo que llamaba
reparación de la pilastra central de mampostería del viaducto, promovidas por
la Junta, diciendo que tras más de un siglo de vida sus pilares (antes había
sido la inestabilidad de su tablero) comenzaban a resentirse. Llevaba tiempo
resquebrajándose según explicó entonces al periódico el concejal de Urbanismo
de Villafranca, Marcos Fernández, y su interior se había convertido en una
suerte de selva. Agradecía este que la obra fuera de urgencia, porque el estado
era pésimo y constituía un peligro. Se esperaba así que el tráfico fuera más
seguro.
Por lo anterior, resulta
aberrante, la idea descerebrada de colocar un semáforo y retener vehículos
justamente encima de dicha pila estribo (que además debe soportar un tablero de
más peso, como se explicó anteriormente), si finalmente se lleva acabo, y se
confirman los rumores.
No alcanzo a pensar cómo se puede
llevar a cabo la pertinente modificación del proyecto para esa ubicación del
semáforo, ¿la firma el concejal?, ¿se hace responsable de todo lo que suponga
dicha modificación, descargando de responsabilidad al promotor, autor del
proyecto, director de obra y empresa adjudicataria? Si no es así ¿cómo estos
últimos pueden aceptarlo?
Me dice Santiago (autor de este
blog, al que agradezco dejarme escribir en él), que conductores de vehículos
pesados, confiesan su miedo a circular por el viaducto y por precaución pasan
por el centro del mismo. A mí, también me consta, que existe desconfianza. Pero
si el concejal es un aventajado en esto de la obra pública y docto en la
materia y se ha calculado todos los esfuerzos que debe soportar el viaducto,
por el incremento de las cargas, tanto estáticas como dinámicas del tráfico
actual, y lo ha contrastado con las premisas del cálculo realizado por el
ingeniero de caminos Manuel Diz Bercedóniz, redactor del proyecto, comprobando
que todas las secciones resisten sin problema, tanto el forjado del tablero,
andenes, vigas, palizadas y cimientos, teniendo en cuenta también el estado
actual de deterioro de todos estos elementos, aun así estaría justificada la
desconfianza, y como la realidad es diametralmente opuesta, no deberíamos tener
miedo, sino pánico, el que da título a este escrito.
Circulación de
vehículo pesado. Se aprecia la pila estribo reparada, con el desafortunado
azulado de sus riostras metálicas.
Manuel Martínez
Rodríguez