Uno no deja de sorprenderse, en medio de la
lluvia, bajo un aguacero intermitente, los ciudadanos de Villafranca caminan
por el paseo del río, conocido popularmente como la ruta del colesterol, y
justo debajo del puente, como caídos del cielo se encuentran unos cascotes de
las obras que se están realizando en el mismo, y que ninguna de nuestras
autoridades tan presurosas para
regularlos semafóricamente el nuevo diseño del puente, no se han molestado ni
en colocar una modesta red para proteger a los paseantes. Sin lugar a dudas
tendremos que confiar en los milagros, y si usted es lector de este modesto
blog y paseante alce la mirada y afile el grito antes de que le abran la
cabeza.