EL RIO Y LOS
MADEREROS
La eterna canción… Los malos
caminos. Aquella enfermedad de “ los menudos” que le hacían “ bruar de noche”.
Cosa que había surgido cuando menos lo esperaba. Todo, menos aquella naricilla
de pepino en vinagre que desmentía toda escusa…! Ay , las “moñas” que pillaba
el señor Manuel !... De su abuelo a su
padre, de su padre a él, habían pasado la burrilla gris, la desgastada cartera
de color indeterminado y el oficio de cartero. Que repartiese el correo con
unos días de retraso era la cosa más normal del mundo. “ El correo del zarzal”
le llamaban. Y vaya usted a saber si había razón para ello. Al campamento
maderero llegaba una vez por semana.
-José García-
- Que viste y calza carajo-
-Francisco Martinez-
- Con muita salud-
- Jean Paul Girad-
-Servidor-
Y el campamento quedaba inundado de aquel apestoso olor a " furria" que despedía la cachimba, hecha de raíz de
brezo.
Los buscadores de “ casco” para
curtido de pieles aprovechaban para hacer su agosto. Ordinariamente lo
transportaban a hombros en haces enormes. Eran perseguidos por la Guardia Civil
y los guardamontes por descortezar los árboles ( robles y encinas) y poner en peligro sus vidas. La extracción de
traviesas para una línea del ferrocarril evitaba tales riesgos. Con pequeñas
hachas mondaban los troncos. Grandes pilas de cortezas esperaban el momento de
ser cargadas en carros que,”garruchas” casi transparentes, bajarían a la villa,
días después, en compañía de pequeñas cantidades de raíz de genciana, de buena
acogida en las farmacias.
Higos de Corullón, uvas de Salas,
manzanas, peras y cerezas de Villafranca, llegaban diariamente al campamento a
lomos de burrillos o caballos. También llegaban durante el verano, peces,
truchas y anguilas y otras mercancías. Los peces y las truchas conseguidas con
anzuelo o con cloruro, con sulfato o raíz de torvisco.
-Ustedes son un emprendedor
pueblo de cómicos- decía el francés.
El ciclo del trabajo en los
bosques duraba desde abril hasta noviembre. Había que descuartizar los robles y
convertirlos en traviesas del ferrocarril. Cada dos trabajadores bajaban a
hombros una traviesa hasta la orilla del río. Bárbara manera de transporte,
pero no había otra más convincente dado lo accidentado del terreno y lo tupido
del boscaje. Una enorme montonera esperaba el momento en que las aguas bajasen
de nivel.
Cuando los carámbanos empezaban a
hacer su aparición los madereros bajaban al valle. Primero llegaban las nieblas
meonas. Pronto llegarían las nieves.
Eran aquellos tiempos de una cajetilla de tabaco a veinte céntimos ; un librito de papel del”rey de espadas”, una caja de mixtos, y el tiempo, mucho tiempo para liar el cigarro, y la bota para mojar los descansos. Todo encima de un tocón.
Eran aquellos tiempos de una cajetilla de tabaco a veinte céntimos ; un librito de papel del”rey de espadas”, una caja de mixtos, y el tiempo, mucho tiempo para liar el cigarro, y la bota para mojar los descansos. Todo encima de un tocón.
¡ Roble va!...
Las nieblas, las nieves y las
lluvias habían hecho que el caudal del río creciese. Las traviesas flotaban
sobre las aguas barrosas de la pequeña crecida. Los madereros las vigilaban
desde la orilla en su marcha hacia
Villafranca. Allí la espera. Espera que consistía en un portón de madera con
rejas para permitir el paso del agua. Las traviesas quedaban atrancadas en los
vanzados, los pozos o las raíces de los árboles cercanos a las aguas. Con
largos bicheros eran obligados a continuar su marcha descendente. No se sabía
si los pueblos se encontraban o perdía a su paso por ellos. Un sentimiento de
algo recordado llegaba al corazón. Después nada. Para los hombres de río abajo
nada contaba, solamente el río. El río que con su pesada carga de angustias,
problemas interrogaciones, se deslizaba hacia morir en el mar.
¡ Roble vaaa!...
Durante meses el grito se
repetía. Cuando arreciaba el frio se calentaban grandes calderos conteniendo
vino, en los que se añadía miel. El vino con la miel era el mejor elemento
combativo de la gripe.
Y las traviesas seguían rio abajo.
Vegeiliña… Ribón, y enfrente los puntos históricos: la Leitosa o “ Luctuosa” de
los romanos.
-
El oro se pago aquí a precio de sangre-
La Herrería de
Godoy ( la herrería de los cañones), puente de Paradaseca. La marcha era
rápida, casi como un corretear de niño. Pero la gripe ( pueblos enteros en
cama) también desplegaba rapidez.
-
Franchute no duermas con el culo para arriba-
¡ Oh, la, la,!
¡ El que duerme es el jarro!-
Fué una
solución: Alejandria ( así llamaban a uno de ellos) hervía el vino y Pepe
aportaba el romero y la miel.
-Un poco de
unto para el “fervudo”-
Y se hacía
caso a la voz.
Las orillas
del Burbia se llenaban de hogueras.
-¡ Pobres
locos , querer emular a los canadienses…ja,ja!-
La sociedad
extractora había renunciado a seguir. Empresa demasiado costosa proseguir los
trabajos.
-¡ Que lástima
ahora que había encontrado el oficio ideal!-
-Español,
ustedes son un pueblo de comicos, aquí nada toman en serio-
No habría mas
madereros del Burbia. En el rio no se escucharían mas sonidos que el salto de
las truchas y la caricia constante del agua contra las piedras. Los fervudos serían
sustituidos con botillos con bertones. Un pueblo de fatalistas comicos…
villafrafrancadelbierzodigital