EL SENADO
Entrar en el Senado, es
sumergirse en el mundo de los recuerdos, era compartir vaso a vaso el vino y
disfrutar de la palabra, bajo la luz austera de una bombilla que iluminaba con desgana la estancia, y que al contraluz
dejaba como flotando las nubes de las telas de araña.
Las palabras fluyen, la
conversación trascurre a su ritmo, sin prisa, haciendo a veces disfrutar de las
novedades de la imaginación ante la
expectación y asombro del interlocutor. Otras veces apasionadas discusiones con
subidas de tono pero sin que llegase la sangre al río, y que terminaría
diluyéndose en un nuevo vaso de vino. De cuando en cuando el vozarrón de Gelo:
“ me cago en la madre que os parió” se extendía sobre el aire cuando los
chavales golpeaban la ventana enrejada que daba para la cuesta de Zamora.
La gente se sentaba sobre los
puiles y las cajas vacías de gaseosa, mientras en un balde de porcelana que
hacía las veces de fregadero se enjuagaban los vasos. Sobre la barriga de una cuba de cien cántaros se exponía un
calendario de una mujer despampanante de tamaño natural que todos los años
mandaba desde Rio de Janeiro el hermano de Emilio el panadero, y que ayudaba a
deleitar la pagana religiosidad de la bodega.
Poco a poco voy viendo como se
aleja el pasado, mientras Gelo Marba
descorcha una botella de Padorniña entre las neuronas de mi memoria.
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